Relatos de ferrocarril

Subió en Palermo, con cara de haber pasado todo el día en Plaza Serrano. Pasó caminando por al lado mío, pero siguió de largo, buscando donde sentarse. La vi desaparecer, mirándome con una sonrisa hermosa de mujer-niña, al cerrar la puerta del siguiente vagón. A los diez minutos volvió... caminaba riendo, con el pelo despeinado, y unos aros extraños pero hermosos. Se paro casi al lado mío y se puso a leer un libro.
Yo la miraba, ella sonreía, siempre sonreía. Cada tanto nuestras miradas se cruzaban, y volvíamos a mirar a otro lado, yo al suelo, ella al libro, o a la ventana.
Después de un rato el hombre que estaba al lado mío se bajo, ella se sentó y siguió leyendo. Yo no podía dejar de mirarla, su pelo extraño, su sonrisa, su belleza poco clásica y desarticulada, sus maneras de evadir mis miradas.
Bruscamente cerró el libro, giró hacia mí, dijo "Te enamorarás en el tren, de una mujer con aros de Amadeo Modigliani".... y se bajó en Palomar.

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